lunes, 27 de julio de 2009

La Fiesta del Chivo: Una dictadura en AL


La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa es un libro importante para explicar la vida latinoamericana, debido a que casi todos los países de esta región han cargado a lo largo de su historia con una dictadura militar a la que, más de una vez, el pueblo se ha resignado a aceptar y, además, a ser cómplice de la misma. El libro es un ejemplo de novela de dictador que se ubica al final de los más de 30 años de poder de Rafael L. Trujillo en la República Dominicana en 1961. El mismo Vargas Llosa, nacido en Perú, ha vivido más de dos tercios de su vida bajo dictaduras latinoamericanas, él mismo fue candidato opositor a la de Fujimori en 1990 (el fraude electoral fue evidente), razón por la que nos dice:
Con la La fiesta del Chivo he escrito sobre todas las dictaduras. Sobre lo que es la dictadura, lo que es el fenómeno autoritario, sobre lo que significa un régimen de poder personal, la violencia, la corrupción, la degradación moral que significa para el conjunto de la sociedad. Escribiendo sobre Trujillo, he estado escribiendo sobre Fujimori, sobre Somoza, Pérez Jiménez, Pinochet, y sobre todos los dictadores que andan por allí, vivitos y coleando todavía, por desgracia.

Es común el argumento de que es necesario contar con un hombre fuerte y decidido para poner orden en las típicas disputas latinoamericanas por el poder, de las cuales, México es sin duda un clarísimo ejemplo. Nuestro "hombre fuerte", Porfirio Díaz, fue el que acabó con la serie de conflictos y puso en marcha su proyecto de nación. Pero el precio de las dictaduras es grande y, Vargas Llosa, lo trata de explicar con su novela. Las dictaduras corrompen a la sociedad y le contagian una especie de enfermedad que es difícil de curar; la sociedad las añora y considera que todos los agravios (la falta de libertad, la opresión, la humillación) son en bien de sí misma. La sociedad se maneja tal como una hija que considera que las acciones de su padre autoritario son en bien propio, aunque en detrimento de su libertad. Y es que el dictador apadrina a su pueblo, lo castiga y lo premia según convenga, y los serviles seguidores luchan entre sí para ganarse el favor del "padre", quien fomenta dicha competencia sin fin. El poder siempre seguirá en sus manos. La sociedad vive inmersa en niebla, en una especie de adormecimiento o sonambulismo que hace que acepte cualquier agravio.



Así, el libro se centra en Urania Cabral, la hija del senador Agustín "cerebrito" Cabral, un favorito del dictador que cayó en desgracia, por razones desconocidas, en dicha competencia entre colaboradores trujillistas. La obra se divide en diversos hilos narrativos que se intercalan y dan saltos en el tiempo y el espacio: Primero, está Urania Cabral quien 35 años después de la caída de la dictadura regresa de un exilio autoinfligido en el que no ha sabido nada de su familia, no ha contestado una sola carta o llamada de su padre, un trauma de la infancia la hizo huir a EE.UU. a la edad de 14 años. De la misma manera en que Yahvé pidió a Abraham el sacrificio de su propio hijo, "Cerebrito" Cabral estuvo dispuesto a sacrificar a su hija a cambio de que su dios dictador lo aceptara de vuelta. El segundo hilo narrativo, nos describe el último día de vida del dictador Trujillo, sumergiéndose en su vida personal, en su autoridad, poder y deificación que contrasta con su impotencia, su vergüenza, su interior y su ideosincrasia. Humaniza al "hombre que no suda" al "hombre cuya mirada nadie resiste". En tercer lugar, narra las historias de los ejecutores o "héroes del 30 de mayo" que ajusticiaron al dictador Trujillo. Estos héroes no buscaban la libertad Dominicana ni ser considerados como héroes nacionales, solamente fueron hombres ávidos de venganza y libertad, traidores en un momento y héroes en otro, cobardes para algunos y valientes para el resto, seres humanos caracterizados por los opuestos de la sociedad latinoamericana.



Rafael L. Trujillo

De los ideólogos del asesinato, solamente voy a hablar del Gral. Pupo Román, Ministro de las fuerzas armadas, que era un hombre recio, con mando y orgullo que, solamente frente a la mirada de Trujillo, se veía subyugado y humillado. Pupo Román, al igual que sus compañeros, quería venganza, pero al momento de actuar, de dar el golpe de Estado cuando ya había sido asesinado el dictador, no pudo reaccionar; el dictador, después de muerto, seguía influyendo en él. Su dios lo controlaba, había perdido aquello llamado libre albedrío: "[...] ¿por qué, sabiendo que era esto lo que te esperaba, no actuaste como debías? Aquella pregunta lo maltrataba más que las torturas a las que se enfrentó con gran coraje, acaso para probarse a sí mismo que no fue por cobardía que se condujo con tanta indecisión aquella interminable noche del 31 de mayo de 1961." (p. 415) Y nos describe las torturas con las que Trujillo, después de muerto, ajusticiaba a sus ajusticiadores:
Cuando lo castraron, el final estaba cerca. No le cortaron los testículos con un cuchillo, sino con una tijera, mientras estaba en el Trono. Oía risitas sobreexcitadas y comentarios obscenos, de unos sujetos que eran sólo voces y olores picantes, a axilas y tabaco barato. No les dio el gusto de gritar. Le acuñaron sus testículos en la boca, y se los tragó, anhelando que todo esto apresurara su muerte, algo que él nunca sospechó podía desearse tanto. (p. 431)
La sociedad estaba cegada y debía aplaudir las acciones de su gobierno, a esto, Vargas Llosa nos dice en boca de uno de los ajusticiadores: "Con los ojos semicerrados, arrullado por el rumor quedo del mar, pensó en lo endiablado del sistema que Trujillo había sido capaz de crear, en el que todos los dominicanos tarde o temprano participaban como cómplices, un sistema del que sólo podían ponerse a salvo los exiliados (no siempre) y los muertos." (p. 192)


Finalmente, los únicos dos personajes ficticios de la obra son los más reales. Por un lado, está Uranita Cabral que podría caber dentro de una interpretación en la que ella representa a la inocente República Dominicana que sufre, agraviada, la dictadura y el poder de Trujillo. Por el otro, Agustín Cabral con la frase de Ortega y Gasset apuntada en su libreta, nos demuestra una característica innata del ser humano, de su ser, de la pregunta sobre su existencia misma, sobre quién es, la cual, aterriza al campo de la política y a la caída en desgracia de "Cerebrito" Cabral, el trujillista más leal: «Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es ni lo será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro buen día dejará de serlo». Aquí, se habla de la pérdida de la democracia, de la pérdida de la dictadura, de la caída de Trujillo; se habla de la venganza de los héroes contra el gobierno trujillista y de la traición a la traición misma (al golpe de Estado) del propio ministro de las fuerzas armadas, Pupo Román. Habla de la traición de un padre y de todo aquel cambio que invita a la pregunta ¿qué fue lo que hice? o, al contrario, ¿por qué no había hecho esto tiempo atrás? La impredecibilidad del ser humano.



Cartel de Vargas Llosa en Exposición-homenaje en la Casa Museo O´Higgins, Lima-Perú

2 comentarios:

mmmugic dijo...

No concuerdo contigo en el hecho que el pueblo oprimido añora la dictadura militar. Tomando el ejemplo de Porfirio Díaz que citas, sí, él ayudó mucho en cuestion de "mejorar" la situación que en ese momento vivía nuestra nación; con un estado de parcial tranquilidad a comparación de los conflictos que se presentaban para 1876. Pero no crees tú que toda esta estabilidad de la que hablas es causa, primeramente por los intereses, por llamarles "personales" de Díaz que por pura suerte coincidían con algunos de tantos intereses que el pueblo en ese momento velaba? Mi conclusión es, que la añoranza de la dictadura es más bien la añoranza utópica de ideales y condiciones de vida, que eventual y forzosamente no coinciden con lo que el pueblo necesita. El poder corrompe y es una verdad universal. Toda dictadura está, desde su inicio, destinada a fracasar.

Leeré este libro, y posteriormente comentaré un poco más. Muy buen artículo, por cierto.

Carlos Dorantes dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que el pueblo llega a una añoranza utópica de ideales como el "hombre fuerte", la estabilidad, etc. Lo que intentaba expresar era que el pueblo cae en un estado de impotencia y adormecimiento político que, de otra manera, no permitiría gobiernos de más de 30 años.

Agradezco mucho tu comentario, me da gusto saber que al menos sirvió para generar interés en el libro tratado. Saludos.