martes, 14 de julio de 2009

Música y Minería



La música que escuchamos cotidianamente satisface nuestros oídos, nos da ligeras dosis de placer que, por medio de distintas canciones y distintos estilos musicales, cubren toda la gama de emociones necesarias para hacernos sentir completos; desde una buena canción de Radiohead, para relajarnos, hasta la "ranchera", para desgarrar la garganta, cumplen una función específica de manera satisfactoria, aunque todos sabemos que "en gustos se rompen géneros". Nuestro oído evoluciona, ya sea en vida o de generación en generación. Con él, todos los estilos musicales van cambiando y, para tocar las fibras emocionales necesarias para seguir gustando, la música va adaptándose a las necesidades de dicha evolución auditiva. Por ejemplo, la música electrónica surgió de la necesidad de incorporar a la composición aquellos sonidos totalmente nuevos para el oído humano que surgieron del descubrimiento de la electricidad y las ondas; representaron un nuevo horizonte musical.

Independientes a la evolución estilística y auditiva de la música, permanecen intocables ciertos estilos que denominamos "clásicos", los cuales, sin importar el número de veces que los hayamos escuchado, la mayoría de las veces logran tocarnos en lo más profundo. Se trata de obras maestras diseñadas para hacer sentir, emocionar, transmitir belleza. La música clásica permanece viva, ha superado la barrera del tiempo y del olvido en el que muchas otras obras cayeron y desaparecieron. De la misma manera, la mayoría de la música que escuchamos, actualmente, dejará de ser escuchada. Pocos logran la trascendencia.



Pocas veces vamos a escuchar música a una sala de conciertos, pocas veces nos enfrentamos a una orquesta con las maderas y sus cuerdas, los metales que embellecen el viento y las cinco líneas que marcan el camino que debe seguir la música, la partitura. Pero cuando decidimos asistir ¿qué es lo que pensamos, imaginamos o soñamos al esuchar la música? Algunos imaginan la belleza escenificada en hermosas figuras (aves, agua, viento) que danzan al ritmo de la música, otros piensan en lo que sus vidas han sido y serán y, otros más, observan el ritmo con el que se mueven los violines, los gestos del director y el movimiento de su batuta en una armonía y cadencia perfectas. La música habla sola y, su perfección y "belleza" , nos satisface. Ése, es el verdadero arte. Rellenar ese vacío innato con música.



Foto de Lorena Alcaraz Minor

La Orquesta Sinfónica de Minería está ofreciéndonos esto cada verano. Presenta artistas invitados como el ruso Philippe Quint, cuyo impresionante video pueden ver a continuación. Vale la pena que asistamos para vivir esas experiencias que pocas veces nos damos el lujo o, mejor dicho, el placer de disfrutar. Revivir un poco de música de orquesta impresiona y agudiza los sentidos de tal manera que nuestro oído se educa y comenzamos a escuchar el mundo de manera diferente. Nos hace ver que existe belleza en este mundo gris y complicado. Aquí pueden revisar los programas del verano 2009.


1 comentario:

H. Domínguez-Razo dijo...

Que tal Carlos, como siempre un placer leerte, con gusto siento que tu pluma se ha enriquecido como tu vida.
Gracias por el consejo y por el viaje, lo tomaré en cuenta para estos días de verano que nos quedan.
Nos estamos leyendo.

Éxito a todo el proyecto de Interminencias